INDUMENTARIAS DE BODA

Los trajes de boda femeninos seguían un mismo patrón en toda el área, siendo muy similares, también, a los utilizados en otras demarcaciones próximas.

Como singularidades más llamativas de estos atuendos se pueden destacar su negro color, absolutamente contrapuesto al blanco que se estila mayoritariamente para vestir a las novias en los entornos urbanos desde hace mucho tiempo, y la presencia de elementos de adorno característicos, como es el caso de los azabaches o de la mantilla de rocador.

En esta primera imagen, a modo de introducción, se ofrecen cuatro aproxi­maciones diferentes al traje de boda antiguo o tradicional, que constituye el motivo principal de todas las fotografías que integran la composición incluida en esta página.

En la primera imagen se ha querido recrear la estampa de una novia acom­pañada por varias amigas y familiares en el día de su boda. El traje vestido por la novia retratada en esta primera fotografía se puede admirar, en todo su esplendor, en la fotografía de cuerpo entero situada en el cuadrante superior derecho de la lámina, que incluye un detalle de los elaborados adornos de su rodao.

La modelo que posa en la fotografía inferior izquierda de la lámina aparece retratada en una postura muy característica de las novias ataviadas con este tipo de trajes. Con ambas manos, sujeta las esquinas delanteras de la mantilla de rocador que luce, al objeto de mantener esta pesada prenda, de uso obligado durante la ceremonia nupcial, debidamente compuesta. En el recuadro pequeño, se ofrece una vista posterior del llamativo mantón del ramo con que se engalana la joven.

Finalmente, en el cuadrante inferior derecho tenemos otra moza ataviada con un trabajadísimo traje de boda distinto de los anteriores, que será comentado en la página 78 con el detenimiento que requiere. Mientras tanto, recomendamos que no dejen de admirar los minuciosos adornos que engalanan el rodao de este atuendo, un detalle de los cuales se ofrece en el recuadro situado al lado de la modelo.

Traje de boda manufacturado en paño fino. El rodao exhibe una de­coración muy delicada, que conjuga apliques en cristal, azabache y nácar, agrupados en la trasera de la prenda formando flecos denominados "golpes" en el habla local (ver detalle en el recuadro inferior de la lámina). 
La prenda anteriormente descrita se complementa con un jubón, profusamente engalanado con motivos de lorzas y azabaches, cuyo labo­rioso acabado puede admirarse en el recuadro superior de la composición fotográfica. 
Debajo del jubón la joven viste una blusa de algodón muy fina, ador­nada con puntillas de encaje francés en cuello y puños. Sobre el jubón, cruza su pecho una elegante gabacha, aderezada a juego con el rodao. 
Anudado a la cintura cuelga el mandil, elaborado en tela adamas­cada del mismo color que el resto del atuendo, y adornado con puntillas y azabaches. 
La novia adorna su tocado con dos cintas de pelo antiguas, que aportan un ligero toque de color al conjunto. 
El atuendo ceremonial se completa con unas medias de hilo muy finas y zapatos negros adornados con grandes lazos, al gusto de las mujeres de aquellos tiempos. 
La ceremonia nupcial invitaba a lucir las mejores galas; por ello, la moza aparece enjoyada con dos grandes pendientes de calabaza y un collar de cuentas y corales del que penden tres medallas dispuestas según la costumbre. 
 

La joven viste un rodao de paño fino adornado con cintas de terciopelo de diversos gruesos y anchas bandas de abalorios antiguas, cuyo efecto decorativo se refuerza con pequeños toques de abalorios de color. Sobre el rodao luce un mandil de alpaca, en este caso de seda, con aplicaciones de azabache y otros ornamentos.

La parte superior del traje incluye, además de la blusa, un jubón de raso de algodón antiguo, con manga de encaje y sobremanga adornada con pasamanería y encaje de tul. Aderezos similares a los existentes en la sobremanga decoran también la delantera y la espalda del jubón.

La novia porta en su brazo izquierdo el mantón, del que se ha des­embarazado para posar ante el fotógrafo, lo que permite apreciar que adorna ligeramente su tocado mediante unas cintas de pelo antiguas de color rosa.

Los aderezos nupciales de la joven incluyen unos grandes pendientes de candao de plata sobredorada con cabujones de pedrería incrustados y un larguísimo collar de azabaches, recogido en dos vueltas que cuelgan por debajo de la cintura.

El mozo luce una llamativa y original chaqueta de fiesta· de franela muy adornada de terciopelos, al estilo maragato, cuyo conspicuo colorido contrasta vivamente con el resto de su vestuario, que incluye camisa ga­lana de lino blanco, calzón corto negro y faja antigua de lana del mismo color que la camisa.