JOYERÍA TRADICIONAL
Como es bien conocido por todos los estudiosos del tema, el occidente peninsular disfruta de una tradición especialmente rica en lo que a joyería se refiere.
En los alrededores de la comarca de “Los Valles de Benavente”, dentro de un radio de poco más de 100 Kms. en línea recta, se localizan algunos de los más antiguos y reputados centros de producción de alhajas de toda España, como es el caso de Astorga, Salamanca o Medina del Campo. Los núcleos indicados albergan talleres de orfebrería y de platería abundantemente documentados desde finales de la Edad Media, que han dado lugar a producciones muy características y diferenciadas.
No es de extrañar, por tanto, que la vestimenta tradicional de la comarca se complemente con una gama de aderezos de joyería muy peculiar, que conjuga elementos procedentes de todas las escuelas anteriormente citadas. Muchas de las piezas se continúan realizando todavía con técnicas que apenas han experimentado variación desde hace siglos, como son las empleadas para ejecutar las labores de filigrana que adornan las arracadas de calabaza o el exterior de muchos relicarios.
La investigadora de la joyería zamorana Lena Mateu Prats, según se recoge en una publicación editada hace algunos años por la Excma. Diputación Provincial de Zamora, diferencia dos zonas de aderezos a nivel provincial, delimitadas por el cauce del río Órbigo. En la margen occidental del río predominarían las piezas de plata de grandes dimensiones (arracadas de calabaza, candaos, bollagras gigantes, cristos preñados, patenas, etc.). En la orilla oriental cobrarían preponderancia las piezas finas de oro rebajado, a veces combinadas con aljófares.